Los cambios políticos recientes en América Latina, sumados a la disminuida fuerza militar de la guerrilla de las FARC, favorecen la próxima negociación de paz con el gobierno de Colombia, aunque la continuidad de las hostilidades arriesga su éxito, estiman analistas.

Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko”
Ha transcurrido una década desde el último intento de llegar a un acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC, comunistas), que fracasó por la intensificación de las hostilidades en ausencia de un cese el fuego, y por el cansancio de la sociedad ante unas tratativas que se prolongaron por más de tres años.
El conservador Andrés Pastrana dialogó con las FARC durante casi todo su periodo de gobierno (1998-2002) en el Caguán, una zona de 42.000 km cuadrados del sur de Colombia que desmilitarizó con ese fin y entregó al control de los rebeldes, mientras que en el resto del país el enfrentamiento reflejaba los vaivenes de las posiciones de las partes en la mesa.
Pero ahora, la reducción a prácticamente la mitad de los combatientes de las FARC, de unos 20.000 en los años 1990 a cerca de 9.000 actualmente, facilitará la negociación “porque con menos hombres hay más unidad de mando, lo que disminuye el riesgo de opositores a la negociación”, dijo a la AFP Mauricio Jaramillo, politólogo de la privada universidad El Rosario, de Bogotá.
También Ariel Avila, analista de la Corporación Nuevo Arcoiris, que estudia el conflicto armado de Colombia, destacó a la AFP que “en esta oportunidad cambiaron las condiciones. Las FARC llegan perdiendo y el Ejército potenciado”.
Además, señaló que “las FARC tienen que haberse dado cuenta de la llegada al poder de gobiernos de izquierda en Venezuela, Argentina, Brasil y Uruguay”.
E incluso Colombia muestra ejemplos de las posibilidades de la reinserción en la vida política con Gustavo Petro, actual alcalde de Bogotá, surgido de las filas de la guerilla urbana Movimiento 19 de Abril (M-19) que se desmovilizó en 1990.
La esperanza por alcanzar un acuerdo de paz en esta nueva oportunidad de diálogo también ha sido expresada por el Papa Benedicto XVI, quien este domingo dio su apoyo a las negociaciones tras el rezo del ángelus en Castel Gandolfo.
“Espero que cuantos tomen parte en esa iniciativa se dejen guiar por la voluntad de perdón y reconciliación, en la sincera búsqueda del bien común”, destacó el sumo pontífice en su mensaje.
El expresidente conservador Belisario Betancur, que propició el primer intento de diálogo con las FARC en los años 1980, destacó de su lado que “las motivaciones que las FARC tenían, hoy por hoy no existen y se han deslegitimado. Sus puntos de reclamación de entonces han sido cumplidos”.
Pero la decisión de conversar sin que haya un alto el fuego previo preocupa a los analistas.
“Negociar en medio del conflicto fue la causa del fracaso del Caguán. Seguramente ahora también la guerrilla va a intentar fortalecer sus posiciones de negociación incrementando los ataques y eso va a disminuir el apoyo ciudadano al proceso”, dijo a la AFP Alfredo Rangel, director de la Fundación Seguridad y Democracia.
Ese antecedente inquieta también a Avila. “Va a ser difícil negociar bajo fuego porque el proceso se puede afectar cuando, por ejemplo, en un ataque las FARC maten a veinte militares. La población civil va a salir a rechazarlo y decir que las FARC no quieren la paz”, señaló.
El expresidente de Costa Rica y Premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, afirmó igualmente que “no tiene sentido discutir sobre plazos, condiciones, amnistías, si no existe un acuerdo para poner fin a toda forma de violencia. Esa es, quizás, la principal lección que se desprende del proceso de pacificación de Centroamérica”.
Las FARC ya anunciaron que al iniciar las negociaciones en Oslo el próximo 8 de octubre lo primero que platearán será un cese el fuego, posición descartada de antemano por el presidente Juan Manuel Santos, quien prometió mantener las operaciones militares “sobre cada centímetro del territorio” para evitar “los errores del pasado”.
El presidente también sostuvo que el diálogo no será ilimitado en el tiempo. “Se contará en meses, no en años”, dijo.
Para Avila, ese será un factor positivo porque evitará un cansancio de la sociedad civil y disminuirá el riesgo de que se politice el proceso, dado que el próximo año será la antesala de las presidenciales de 2014, en las que Santos puede optar a la reelección.
El propósito expresado por ambas partes de no levantarse de la mesa hasta alcanzar un acuerdo le pone una “perspectiva interesante, (aunque) no exenta de dificultades que pueden truncarlo”, dijo Avila.
Tomado de: La Red 21Mundo
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